Por Rafael Marrón González @RafaelMarronG /
Lo que sí es necesario en este momento es la decencia y
la lucidez de nuestros candidatos, quien gane las primarias será el
nuestro, para no romper el interés superior de la unidad por la
estupidez de la codicia con campañas difamatorias, denigrantes,
calumniadoras contra el adversario circunstancial, que sí legitiman, por
similitud, el discurso del gobierno.
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Escucho con mucha atención las declaraciones a Napoleón Bravo de un enjundioso ex oficial del ejército residenciado allende los mares, que asegura que la solución al problema político venezolano no pasa por negociaciones ni elecciones sino por la violencia. La que por supuesto administra Maduro & Cia. Esta opinión sine qua non ya ha tomado cuerpo también en respetables analistas e intelectuales liberales, que obvian o ignoran las fracturas internas del chavismo, su absoluta pérdida del apoyo popular y la efectividad, a mediano plazo, de las presiones internacionales, diplomáticas y financieras, aunque el gobierno continúe, pero hasta el límite constitucional del 2018, pivotado en el ejército. Por lo tanto, de ella se deduce que hay que coger pa’l monte, con piedras y palos, pues ignoro si los aliados están enviando fusiles y tanques, para sacar a Maduro & Cia por las greñas, pero ya. Lo que me preocupa es que las FARC, que sí llegó a ser un ejército de decenas de miles de soldados bien armados y entrenados, tuvieron 70 años en el monte y no pudieron con el establecimiento. Y si Uribe hubiera gobernado otro período, serían anécdota. Ahora lo derrocarán, como en Venezuela, por la vía electoral, si el pueblo colombiano no agarra mínimo con la legión de sus descendientes venezolanos que cada día cruzan la frontera por un poco de comida. Esta propuesta militarista está condicionada, para el éxito total, a la supuesta inminente invasión negada de los marines de Trump, a quienes las guerrillas de oposición, lideradas por algún Tirofijo redivivo, estarían esperando en Machurucuto. El problema es que el comunismo lleva 56 años haciendo trizas al pueblo cubano, fusilando y encarcelando la disidencia, implantado el hambre, la prostitución y la miseria generada por la estupidez económica, como políticas de estado, a solo 90 millas del poderoso imperio yanqui, cuya única manifestación bélica fue apoyar de palabra a unos cubanos ilusos que desembarcaron en Bahía de Cochinos, la zona más fidelista de Cuba, y los sobrevivientes fueron canjeados por tractores. Sencillamente porque existe una realidad incontrovertible llamada geopolítica. Y ha vuelto la Guerra Fría, por lo que Maduro & Cia tampoco puede estar muy confiado en la irrestricta solidaridad de China y Rusia, que dejaron de ser comunistas hace décadas y él no se ha enterado. El ejemplo de la Cuba harapienta y sin un real no le inquieta.
No existe dilema votar o no votar
Votar o no votar no es un dilema. Si hay elecciones un demócrata vota. En Cuba, Bielorrusia o Zimbabue no hay elecciones, hay plebiscitos, porque no hay posibilidad de elegir, es decir, decidir entre dos opciones. Como el plebiscito de Pérez Jiménez “Si queremos que se quede” – “No queremos que se vaya”. Ahora, que el gobierno en connivencia con el ente electoral se robe las elecciones es otro asunto a considerar cuando suceda. Si es que sucede, pues esta posibilidad, aunque probable, permanece, por ahora, en el terreno de la especulación, cuya manipulación es fértil para el desánimo, lo que el gobierno estimula. Y es en ese momento específico cuando debe activarse toda la fuerza cívica para defender los resultados. Y me imagino esa fuerza multiplicada estado por estado en todo el territorio nacional. Es más sencillo, en todo caso, robarse unas presidenciales que unas regionales o municipales. Es decir que votar en estas regionales es, además, y paradójicamente, una manera constitucional de provocar la violenta rebelión popular nacional que aterroriza a Maduro & Cia, si este se atreve a desconocer los resultados. El voto frustrado será más poderoso que la invasión de los marines. Y esta vez esa revuelta tendrá conducción política con un líder en cada estado. Así que, por si acaso, hay que votar en traje de campaña. Es una excelente oportunidad para que demuestren su coraje quienes desprecian la salida electoral, como el ex oficial de marras. Y en cuanto a la instalación de gobiernos paralelos, los ejemplos de su inutilidad sobran, allí está el de Jaua en Miranda, por ejemplo. O el de la Farías en el Distrito Capital.
La campaña es contra el lado oscuro
Lo que sí es necesario en este momento es la decencia y la lucidez de nuestros candidatos, quien gane las primarias será el nuestro, para no romper el interés superior de la unidad por la estupidez de la codicia con campañas difamatorias, denigrantes, calumniadoras contra el adversario circunstancial, que sí legitiman, por similitud, el discurso del gobierno. Presenten al pueblo programas y ofertas creíbles y no apelen a la mediocridad de crecer por contraste. Hay en el ambiente demasiados profesionales de la descalificación que deben ser sometidos a la cordura por los líderes. Porque están poniendo al pueblo a elegir con una estopa en la nariz, entre opciones degradadas en la campaña que lo que demuestran es desesperación por ponerle la mano al coroto, que puede ser definida como non sancta. ¿O es que tras esta alteración extrema se esconde una aspiración presidencial que creen en bandeja de plata? El pueblo, como respuesta, puede decidir que se queda con lo que hay, por si acaso son ciertas las acusaciones que se vierten entre sí los candidatos de la oposición. Y, además, no vale la pena fracturar la unidad nacional trascendental por un espacio de poder de suyo intrascendente si no cambia el sistema. Ese espacio es para regionalizar la lucha política para el recate integral de la República.
No existe dilema votar o no votar
Votar o no votar no es un dilema. Si hay elecciones un demócrata vota. En Cuba, Bielorrusia o Zimbabue no hay elecciones, hay plebiscitos, porque no hay posibilidad de elegir, es decir, decidir entre dos opciones. Como el plebiscito de Pérez Jiménez “Si queremos que se quede” – “No queremos que se vaya”. Ahora, que el gobierno en connivencia con el ente electoral se robe las elecciones es otro asunto a considerar cuando suceda. Si es que sucede, pues esta posibilidad, aunque probable, permanece, por ahora, en el terreno de la especulación, cuya manipulación es fértil para el desánimo, lo que el gobierno estimula. Y es en ese momento específico cuando debe activarse toda la fuerza cívica para defender los resultados. Y me imagino esa fuerza multiplicada estado por estado en todo el territorio nacional. Es más sencillo, en todo caso, robarse unas presidenciales que unas regionales o municipales. Es decir que votar en estas regionales es, además, y paradójicamente, una manera constitucional de provocar la violenta rebelión popular nacional que aterroriza a Maduro & Cia, si este se atreve a desconocer los resultados. El voto frustrado será más poderoso que la invasión de los marines. Y esta vez esa revuelta tendrá conducción política con un líder en cada estado. Así que, por si acaso, hay que votar en traje de campaña. Es una excelente oportunidad para que demuestren su coraje quienes desprecian la salida electoral, como el ex oficial de marras. Y en cuanto a la instalación de gobiernos paralelos, los ejemplos de su inutilidad sobran, allí está el de Jaua en Miranda, por ejemplo. O el de la Farías en el Distrito Capital.
La campaña es contra el lado oscuro
Lo que sí es necesario en este momento es la decencia y la lucidez de nuestros candidatos, quien gane las primarias será el nuestro, para no romper el interés superior de la unidad por la estupidez de la codicia con campañas difamatorias, denigrantes, calumniadoras contra el adversario circunstancial, que sí legitiman, por similitud, el discurso del gobierno. Presenten al pueblo programas y ofertas creíbles y no apelen a la mediocridad de crecer por contraste. Hay en el ambiente demasiados profesionales de la descalificación que deben ser sometidos a la cordura por los líderes. Porque están poniendo al pueblo a elegir con una estopa en la nariz, entre opciones degradadas en la campaña que lo que demuestran es desesperación por ponerle la mano al coroto, que puede ser definida como non sancta. ¿O es que tras esta alteración extrema se esconde una aspiración presidencial que creen en bandeja de plata? El pueblo, como respuesta, puede decidir que se queda con lo que hay, por si acaso son ciertas las acusaciones que se vierten entre sí los candidatos de la oposición. Y, además, no vale la pena fracturar la unidad nacional trascendental por un espacio de poder de suyo intrascendente si no cambia el sistema. Ese espacio es para regionalizar la lucha política para el recate integral de la República.