Miguel Aponte @DoublePlusUT /
Debería ser evidente que lo que es bueno para la oposición -salir de este régimen e instalar una democracia- no depende solamente de lo que hagamos nosotros. En este sentido el régimen juega sin escrúpulos, para decirlo suavemente, en todos los escenarios tanto pacíficos y democráticos como ilegales, violentos y crueles, según le convenga. Ahora bien, recíprocamente, que le funcione su estrategia no depende sólo de él, sino también de lo que nosotros hagamos o dejemos de hacer.
El gobierno no gobierna y esto hace tiempo; no tiene estrategias ni económicas, ni sociales, ni políticas, en el sentido que habría que dar a estos términos. Pero eso no implica que no tenga su propia visión clara, que la tiene: quedarse en el poder y replicar a Cuba en Venezuela, para siempre: atornillarse. Si su proyecto de dictadura ya no engaña por mil razones, ni a los venezolanos ni al resto del mundo civilizado, ¿qué cosa podemos suponer que intentará?
¡Correcto! Intentará legitimarse. Así, se le hizo “creíble” a él mismo que esto es posible a través de elecciones si logra hacerlas sin adversario, pues, aunque de risa, ¿cómo podría perder si compite con nadie? Por tanto, tiene tres opciones: ganar por default, ganar con trampa o suspenderlas con cualquier excusa. Ahora bien, la trampa y la suspensión le hundirán aún más en la ilegitimidad; en consecuencia, buscará ganar por default.
No participar es no hacer y, como se sabe en beisbol, el que no hace, le hacen. La estrategia del régimen es pésima, porque funciona solamente si la oposición no participa; la estrategia obvia de la oposición es participar, porque ganará siempre, aunque el régimen haga trampa o suspenda. Quien argumente que no vale la pena, porque luego el régimen saboteará a los gobernadores o que participando no evitaremos atropellos, no dice nada nuevo: es así; esperar otra cosa es ingenuo, pero no participar es aún más ingenuo, porque es hacer justamente lo que el régimen quiere que hagamos: nada. ¿Entonces? ¿Qué hará usted?
El gobierno no gobierna y esto hace tiempo; no tiene estrategias ni económicas, ni sociales, ni políticas, en el sentido que habría que dar a estos términos. Pero eso no implica que no tenga su propia visión clara, que la tiene: quedarse en el poder y replicar a Cuba en Venezuela, para siempre: atornillarse. Si su proyecto de dictadura ya no engaña por mil razones, ni a los venezolanos ni al resto del mundo civilizado, ¿qué cosa podemos suponer que intentará?
¡Correcto! Intentará legitimarse. Así, se le hizo “creíble” a él mismo que esto es posible a través de elecciones si logra hacerlas sin adversario, pues, aunque de risa, ¿cómo podría perder si compite con nadie? Por tanto, tiene tres opciones: ganar por default, ganar con trampa o suspenderlas con cualquier excusa. Ahora bien, la trampa y la suspensión le hundirán aún más en la ilegitimidad; en consecuencia, buscará ganar por default.
No participar es no hacer y, como se sabe en beisbol, el que no hace, le hacen. La estrategia del régimen es pésima, porque funciona solamente si la oposición no participa; la estrategia obvia de la oposición es participar, porque ganará siempre, aunque el régimen haga trampa o suspenda. Quien argumente que no vale la pena, porque luego el régimen saboteará a los gobernadores o que participando no evitaremos atropellos, no dice nada nuevo: es así; esperar otra cosa es ingenuo, pero no participar es aún más ingenuo, porque es hacer justamente lo que el régimen quiere que hagamos: nada. ¿Entonces? ¿Qué hará usted?