Miguel Aponte @DoublePlusUT /
Uno puede discutir si la prioridad de la oposición cuando decidió participar en elecciones regionales se justificaba; eso, además del hecho mucho más evidente, bien conocido, de que el proceso es tramposo por millones de razones que comienzan por la ilegitimidad del régimen y su CNE. Pero he aquí un buen ejemplo de cómo y cuándo la lógica se aísla de la realidad y se vuelve concreción fuera de lugar. El desacuerdo no justifica el abstencionismo: aquel es válido, éste es suicida.
El régimen es ilegítimo, pero ahí está y actúa; cada vez más al margen de la ley, pero actúa -guste o no- buscando legitimarse. Todo para él es simulación y lo que no logra simular lo violenta: es una dictadura. La misma ANC, así como esas elecciones, son recursos -¿últimos?- con los que cree sostener la máscara democrática y su problema es que ésta sangra por todas partes y no pasa el más mínimo examen, ni dentro ni fuera.
Ahora bien, la ANC no pasará, pero, ¿en qué sentido? Pues que nada ni nadie la validará. Es un vampiro muerto, al que hay que seguir apaleando, eso sí, porque sigue siendo una careta del régimen. Con respecto a las regionales, amañadas e hipócritas, no ocurre igual -guste o no- porque de hacerse sin participación opositora firme, se regala al régimen una renovada máscara legitimadora. Por eso, el abstencionismo de algunos líderes de opinión e intelectuales es pataleo malcriado y constituye grave ceguera política; un lujo que el político no puede darse.
Los intelectuales suelen hacerse una idea de la realidad y luego pretenden que “su” idea “es” la realidad; por tanto, en estos casos, su tarea termina siendo la miseria de explicar cómo es que algo “que dijeron”, era verdad o lo será, siempre desde la barrera. El verdadero político, en cambio, está obligado a tener la razón sin perder de vista la realidad y actuar en contrasentido de lo que ella requiere tiene un altísimo costo no solo para él. Por eso, recuerden, en política, a veces, tener la razón no impide estar equivocado.
El régimen es ilegítimo, pero ahí está y actúa; cada vez más al margen de la ley, pero actúa -guste o no- buscando legitimarse. Todo para él es simulación y lo que no logra simular lo violenta: es una dictadura. La misma ANC, así como esas elecciones, son recursos -¿últimos?- con los que cree sostener la máscara democrática y su problema es que ésta sangra por todas partes y no pasa el más mínimo examen, ni dentro ni fuera.
Ahora bien, la ANC no pasará, pero, ¿en qué sentido? Pues que nada ni nadie la validará. Es un vampiro muerto, al que hay que seguir apaleando, eso sí, porque sigue siendo una careta del régimen. Con respecto a las regionales, amañadas e hipócritas, no ocurre igual -guste o no- porque de hacerse sin participación opositora firme, se regala al régimen una renovada máscara legitimadora. Por eso, el abstencionismo de algunos líderes de opinión e intelectuales es pataleo malcriado y constituye grave ceguera política; un lujo que el político no puede darse.
Los intelectuales suelen hacerse una idea de la realidad y luego pretenden que “su” idea “es” la realidad; por tanto, en estos casos, su tarea termina siendo la miseria de explicar cómo es que algo “que dijeron”, era verdad o lo será, siempre desde la barrera. El verdadero político, en cambio, está obligado a tener la razón sin perder de vista la realidad y actuar en contrasentido de lo que ella requiere tiene un altísimo costo no solo para él. Por eso, recuerden, en política, a veces, tener la razón no impide estar equivocado.