jueves, 28 de septiembre de 2017

septiembre 28, 2017





 Por Rafael Marrón González @RafaelMarronG /  


El nuevo sistema de gobierno que sustituya el desastre actual, tiene el imperativo de hacer justicia, comenzando por elevar el sueldo de maestros y profesores al punto más elevado de la escala salarial de la administración pública. Y eso, no es populismo, al contrario es la garantía de su erradicación. El maestro es el alfarero de la república, de la democracia y de la ciudadanía, y todos quienes conforman la elite profesional de la nación en ciernes, son producto de su dedicación, y así deberían reconocerlo con respeto y entusiasmo. El maestro, que en su cátedra debe ser una persona integral de espíritu libre y justo, de pensamiento universal, despojado de esquizofrenias ideológicas y fanatismo, tiene la responsabilidad moral de moldear individuos para el ejercicio consciente de la libertad, insertos en la moral de la responsabilidad consigo, con los suyos, con la sociedad. Capaces de expresar sus ideas, empeñados en desarrollar sus talentos y potencialidades, sin más limitaciones que su propia voluntad, para el hacer ascensional, celosos de sus derechos y con la conciencia necesaria para abrir caminos a nuevos derechos. Y este individuo producido por el maestro que necesitamos, será un hombre libre por convicción que sólo podrá vivir en democracia, porque ésta es el escenario donde las ideas y las acciones no se imponen ni se regulan. La igualdad tan cacareada por la atrocidad comunista, es una consecuencia de la libertad, como también lo es, paradójicamente, la desigualdad, porque siempre habrá hombres que subsisten a merced del viento y hombres que hasta el viento someten y lo convierten en energía. Y para poder atraer a las mejores vocaciones es preciso ofrecer condiciones laborales atractivas, la recompensa adecuada a la importancia social, económica y política del oficio es determinante para el logro del objetivo necesario: formar ciudadanos responsables y probos, capaces de tomar decisiones por la razón y no actuar por las emociones. El caso de Finlandia ha demostrado al mundo que los maestros son el vértice del desarrollo, garantía de su perfeccionamiento y progreso. Así lo entendió Alemania y Japón, país este en el cual “maestro” es una jerarquía nobiliaria, y ya algunos países de América Latina como Ecuador.  De lo que se trata es de admitir que Venezuela ha tenido en su historia demasiados gobiernos para los cuales la ignorancia es perfecto instrumento de sumisión, y esta ha permeado las altas esferas de la educación - ¡hay que ver la incapacidad crítica y la carencia de lógica que la Universidad lanza a la calle a depredar! -  y por lo tanto, a peores maestros mal pagados, mejores beneficios políticos para los eternos usufructuarios de las mieles del poder, que no se destacan, precisamente, por su inteligencia sino por su inescrupulosidad trepadora. Y aunque hay demasiadas cosas que resolver en el día de hoy, hay que empezar por dotar, por el principio, por la construcción de una sólida base sin la cual nada de lo que se edifique prosperará, y ese basamento sólido e inmutable es la escuela dotada de los mejores maestros, convocados por los mejores salarios, para que ser maestro, además de un apostolado, sea también un medio para la dignidad económica, para la siembra de ciudadanía indispensable para todo lo demás, porque tapar huecos será una noria mientras no identifiquemos la causa. No existen fórmulas mágicas, aquí se pueden invertir los cientos de miles de millones de dólares que se desee, pero sin ese detalle emancipador, siempre estaremos a merced de la estrafalaria imposición de la ignorancia. Miren dónde nos ha llevado la bonaza petrolera más espectacular de nuestra historia. A exponenciar el parasitismo social. A  dar vergüenza por el mundo. Porque un país sin ciudadanos nunca será una nación. Es hora de redefinir los conceptos y el de “pueblo”, por el manoseo demagógico, remite a atraso y obsolescencia, desinformación y vulgaridad. Hablemos de Nación, y esta solo será posible por la escuela. 
 

Una voz desde el pasado
“Nuestra educación, herencia latina que conservamos como un timbre de raza, es la menos apta para exaltar, no diremos para crear, las virtudes que se requieren en un pueblo para su engrandecimiento, y la más ineficaz para destruir en él nuestro vicios atávicos; bastaría sólo con decir que ella obra sobre la individualidad como una pasión aniquiladora, y con decirlo, ya se tendrá por sabido de antemano, que no producirá aquellos Estados, cuyo engrandecimiento y progreso se miden por el número de individuos libres que cuenten. Obra suya es la falta de iniciativa personal que nos caracteriza, causa, a su vez, del estancamiento económico y moral de Venezuela y a la cual hay que referir también la razón de nuestro funesto personalismo político. En efecto, nuestra carencia de facultades activas y espontáneas, la atrofia de nuestro carácter, a más de cerrarnos todos los caminos que llevan a la prosperidad, nos entrega indefensos a los desmanes del primer capataz enseñoreado, que ya puede constituirse árbitro supremo de nuestros destinos sin tenernos en cuenta para nada. (…) Y así, uno a uno, todos nuestros defectos nacionales, son consecuencia de la misma causa. Tratándose de nuestra solidaridad, la escuela es el primer foco disociador, de nuestra disciplina, el primer factor de desmoralización; de nuestro progreso la primera valla, el más poderoso de todos los elementos de retroceso. La educación que en ella se nos sirve es tal, que pareciera encaminada, por culpable malicia diríamos, si no supiéramos que es por la ignorancia, a cultivar en el individuo las funestas cualidades de la herencia en vez de extirparlas. Estando basada en un concepto moral, que a su vez lo está en la negación de todos los valores, sus consecuencias han de ser lógicamente negativas. Corregir nuestro sistema de educación, sería hacer la primera enmienda, la más trascendental, sin duda, y la más fecunda en resultados positivos, porque aunque la influencia de este factor social no baste a extirpar de una vez para siempre, muchas de las condiciones que tienen su origen en las raíces mismas de la raza, haciendo desaparecer las herencias perniciosas, sí las atenúa en mucho y prepara su desaparición final”: Rómulo Gallegos.
Origen y destino
“Maestro” deriva de “magister”, que a su vez proviene del adjetivo “magis” que significa “más” y “más que”; es decir que maestro es “quien es más que”, sus alumnos, por ejemplo.  En la Roma antigua existía “magister equitum”, un general de caballería, y entre otros más, un “magister morum” o jefe de policía de costumbres. Esto significa que para los romanos el maestro o “magister” era el superior, el que estaba en lo alto, ser “magister” era un alto honor que muy pocos recibían. Y como anécdota contrastante, el “ministro”, “minister” estaba en lo profundo de la escala social. Minister proviene de “minus”, es decir de “menos”. Un minister era alguien que era menos que o menor que, los demás. Era el hombre sometido a la voluntad de otro, al servicio de otro, por ejemplo, el “minister cubiculi” era el camarero, encargado de limpiar la bacinilla del rey. Pero quien a buen árbol se arrima buena sombra lo cobija, y ya vemos hasta donde ha llegado el servil “minister”, mientras el maestro, debe caerle a huelga limpia al gobierno para que le reconozca sus reivindicaciones legítimas, cuando es el primer ciudadano de la patria y sus reivindicaciones deben ser garantizadas y defendidas por la sociedad.