Por Rafael Marrón González @RafaelMarronG /
No puede ser patriota un gobernante que por preservar el poder sea capaz de ocasionar hasta una guerra civil por esquizofrenia ideológica.
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El poeta inglés Samuel Johnson, en su manifiesto The Patriot, publicada en 1774, define al patriota como “aquel cuya conducta pública está regulada por un solo motivo, el amor de su país; quien, como agente político no tiene ni esperanza ni temor, ni bondad ni resentimiento, sino que todo lo refiere al interés común. Antes de confiar a un hombre que acaricia al pueblo el título de patriota, debemos examinar a qué parte del pueblo dirige su atención. El pueblo es una masa muy heterogénea y confusa de los ricos y los pobres, los sabios y los necios, los buenos y los malos. Si el candidato del patriotismo se esfuerza por infundir las opiniones correctas en los grados superiores y, por su influencia, regular los inferiores; si consagra principalmente con los sabios, los templados, los regulares y los virtuosos, su amor por el pueblo puede ser racional y honesto. Pero si su primera o principal aplicación es para los indigentes, que son siempre inflamables; a los débiles, que son naturalmente sospechosos; a los ignorantes, que son fácilmente engañados; y al libertino (corrupto), que no tienen más esperanza que de malicia y confusión; que de su amor por el pueblo ya no se jacte. Un patriota está siempre dispuesto a aceptar las justas pretensiones y a animar las esperanzas razonables del pueblo; les recuerda frecuentemente sus derechos y los estimula a oponerse a las usurpaciones y a multiplicar los valores. Pero todo esto puede hacerse en apariencia, sin verdadero patriotismo. Un hombre puede tener la apariencia externa de un patriota, sin las cualidades constituyentes; como las monedas falsas tienen a menudo el lustre, aunque desean el peso. El patriotismo no está necesariamente incluido en la rebelión. Un hombre que empieza pronto a hablar de igualdad natural, del pacto original, del fundamento de la autoridad, y la majestad del pueblo, no es para beneficiar a su país, sino para satisfacer su malicia. Un hombre puede odiar a su rey, pero no ama el país. El que levanta falsas esperanzas para servir a un propósito presente, sólo hace un camino para la decepción y el descontento, y, seguramente no es demasiado esperar que la nación se recupere de su delirio, y se una en un aborrecimiento general de aquellos que, engañando a los crédulos con ficciones, dominando a los débiles por la audacia de la falsedad, apelando al juicio de la ignorancia, calumniando la honestidad e insultando la dignidad, se arrogan a sí mismos el nombre de patriotas”.
Retrato retro del chavismo
Larga la cita, pero indispensable para clarificar el asunto y así entender la compulsión del chavismo por erigirse como el as del patriotismo universal, ningún patriota antes de Chávez, ninguno después de Maduro, posición antagónica con la terca realidad. El alarde de patriotismo chavista, que define exactamente el patrioterismo, se diluye en el corrosivo sufrimiento del pueblo y la evidente destrucción física y moral del país. Y esa realidad ha ocasionado que ese mismo pueblo que deliró en el pasado por el desbordante patriotismo vociferante de Chávez, hoy comprueba que ese amor por la patria era y es pura bulla. Manipulación de las emociones populares por la patria y sus símbolos con la única intención de enriquecerse por la corrupción del poder totalitario. Que no existen culpables externos de la ruina del país y de la nación. Ni es culpable el imperio ni la guerra económica endógena. Sino de un gobierno inepto que practica el sectarismo salvaje para coaccionar y sobornar a la población. Que su patriotismo es una opereta barata que no soporta la luz solar ante la evidencia de la legión de familiares de los jerarcas estudiando y viviendo en el imperio o en Europa.
Patriota quien reconoce que la patria es la gente
No puede ser patriota un gobernante que por preservar el poder sea capaz de ocasionar hasta una guerra civil por esquizofrenia ideológica. Y ese patriotismo desmesurado, gritón y soberbio, ha sido ya identificado por el pueblo y la comunidad internacional como un escudo para esconder las atrocidades que se han cometido contra el país, y que ahora, en su máxima expresión delirante, es usado para acusar de traidor a la patria a todo quien ose disentir de las nocivas prácticas antipatrióticas del régimen patriotero. No puede llamarse patriota, por defender una supuesta soberanía, que es cedida cada vez que se firma un tratado internacional, un gobernante que someta a su pueblo a la humillación del hambre y las enfermedades, la incertidumbre y el miedo. Y amor con hambre no perdura. El pueblo venezolano tiene hambre de alimentos. Pero también hambre de medicamentos. Hambre de hospitales. Hambre de educación. Hambre de seguridad. Hambre de calidad de vida. Hambre de futuro para su juventud. Hambre de progreso y desarrollo. El hambre es el símbolo final del patriotismo chavista. Pero Maduro & Cia. sigue como el avestruz. Sufre de negación psicótica. Aferrado desesperadamente al poder gira enloquecido sobre sus talones, lanzando mandobles desencajados a diestra y siniestra, sin rumbo ni reflexión. Y en danza de la lluvia, no percibe que el sufrimiento del pueblo es causado por su inobservancia del artículo 83 de la Constitución: “La salud es un derecho social fundamental, obligación del Estado, que lo garantizará como parte del derecho a la vida”. Y del artículo 305: “El Estado promoverá la agricultura sustentable como base estratégica del desarrollo rural integral, a fin de garantizar la seguridad alimentaria de la población”. Y del artículo 55: “Toda persona tiene derecho a la protección por parte del Estado a través de los órganos de seguridad ciudadana regulados por ley, frente a situaciones que constituyan amenaza, vulnerabilidad o riesgo para la integridad física de las personas, sus propiedades, el disfrute de sus derechos y el cumplimiento de sus deberes”. Por la sola violación de esos tres artículos Maduro & Cia ha perdido su derecho constitucional a gobernar a Venezuela, que, según el artículo 2 de la Constitución vigente, que Maduro & Cia juró solemnemente cumplir, para desconocerlo por inconveniente a sus planes totalitarios, “…se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”. Así que hemos comprobado en este país la veracidad de otra sentencia referente del poeta citado: “La patria es el último refugio de los canallas”.
Retrato retro del chavismo
Larga la cita, pero indispensable para clarificar el asunto y así entender la compulsión del chavismo por erigirse como el as del patriotismo universal, ningún patriota antes de Chávez, ninguno después de Maduro, posición antagónica con la terca realidad. El alarde de patriotismo chavista, que define exactamente el patrioterismo, se diluye en el corrosivo sufrimiento del pueblo y la evidente destrucción física y moral del país. Y esa realidad ha ocasionado que ese mismo pueblo que deliró en el pasado por el desbordante patriotismo vociferante de Chávez, hoy comprueba que ese amor por la patria era y es pura bulla. Manipulación de las emociones populares por la patria y sus símbolos con la única intención de enriquecerse por la corrupción del poder totalitario. Que no existen culpables externos de la ruina del país y de la nación. Ni es culpable el imperio ni la guerra económica endógena. Sino de un gobierno inepto que practica el sectarismo salvaje para coaccionar y sobornar a la población. Que su patriotismo es una opereta barata que no soporta la luz solar ante la evidencia de la legión de familiares de los jerarcas estudiando y viviendo en el imperio o en Europa.
Patriota quien reconoce que la patria es la gente
No puede ser patriota un gobernante que por preservar el poder sea capaz de ocasionar hasta una guerra civil por esquizofrenia ideológica. Y ese patriotismo desmesurado, gritón y soberbio, ha sido ya identificado por el pueblo y la comunidad internacional como un escudo para esconder las atrocidades que se han cometido contra el país, y que ahora, en su máxima expresión delirante, es usado para acusar de traidor a la patria a todo quien ose disentir de las nocivas prácticas antipatrióticas del régimen patriotero. No puede llamarse patriota, por defender una supuesta soberanía, que es cedida cada vez que se firma un tratado internacional, un gobernante que someta a su pueblo a la humillación del hambre y las enfermedades, la incertidumbre y el miedo. Y amor con hambre no perdura. El pueblo venezolano tiene hambre de alimentos. Pero también hambre de medicamentos. Hambre de hospitales. Hambre de educación. Hambre de seguridad. Hambre de calidad de vida. Hambre de futuro para su juventud. Hambre de progreso y desarrollo. El hambre es el símbolo final del patriotismo chavista. Pero Maduro & Cia. sigue como el avestruz. Sufre de negación psicótica. Aferrado desesperadamente al poder gira enloquecido sobre sus talones, lanzando mandobles desencajados a diestra y siniestra, sin rumbo ni reflexión. Y en danza de la lluvia, no percibe que el sufrimiento del pueblo es causado por su inobservancia del artículo 83 de la Constitución: “La salud es un derecho social fundamental, obligación del Estado, que lo garantizará como parte del derecho a la vida”. Y del artículo 305: “El Estado promoverá la agricultura sustentable como base estratégica del desarrollo rural integral, a fin de garantizar la seguridad alimentaria de la población”. Y del artículo 55: “Toda persona tiene derecho a la protección por parte del Estado a través de los órganos de seguridad ciudadana regulados por ley, frente a situaciones que constituyan amenaza, vulnerabilidad o riesgo para la integridad física de las personas, sus propiedades, el disfrute de sus derechos y el cumplimiento de sus deberes”. Por la sola violación de esos tres artículos Maduro & Cia ha perdido su derecho constitucional a gobernar a Venezuela, que, según el artículo 2 de la Constitución vigente, que Maduro & Cia juró solemnemente cumplir, para desconocerlo por inconveniente a sus planes totalitarios, “…se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”. Así que hemos comprobado en este país la veracidad de otra sentencia referente del poeta citado: “La patria es el último refugio de los canallas”.