Por Rafael Marrón González @RafaelMarronG /
… Es la igualdad por decreto. La igualdad que se impone desde el estado por encima de la libertad, no es igualdad, porque excede el campo de la ley, que es su único escenario, para reducir a los aptos a la condición de los ineptos. El esfuerzo individual no reditúa recompensa. La individualidad, que se define por la consciencia de libertad, se disuelve en la inconsciencia de la masa dependiente, irresponsable y veleidosa que grita ¡todos semos iguales! Y eso no es igualdad sino desigualdad. Porque mientras el inepto está en su elemento y jamás saldrá por sí de esa penuria intelectual, para el apto es una injusticia intolerable que le impide ascender social y económicamente por el desarrollo de sus talentos, aptitudes y virtudes naturales que le garantizan igualdad entre los aptos del mundo, a pesar de la precariedad de origen o económica. Dudamel entre los directores sinfónicos del planeta. Esa pretendida igualdad que el comunismo ofrece como justificación a sus criminales fracasos, es, en realidad igualitarismo, y siempre será ficticia, porque en la realidad, por muchos fusiles que apunten, siempre existirá la desigualdad natural, esa que ni Salamanca presta y la voluntad del individuo en libertad es el motor que mueve al mundo. Eso explica el porqué del recurrente fracaso de todos los experimentos socialcomunistas de la historia. Porque lo que hace nación es la cantidad de hombres libres que contenga su población. Es una fórmula inequívoca. Y solo la libertad genera igualdad, por eso existe mayor grado de igualdad real en los países que garantizan la libertad que en los que la imponen constriñendo la libertad. La ignorancia comunista sobre la condición humana se asombra al comprobar que sus ofertas de esclavitud beneficiada son rechazadas, no se puede explicar que un hombre prefiera producir su sustento con sus manos y mente que a recibirlo graciosamente del poderoso aparato del estado. Y la respuesta es muy sencilla: porque el hombre libre no mendiga igualdad ni la suplica, se la procura con trabajo, estudio y responsabilidad. La verdad es que ese igualitarismo comunista plaga la nación de seres inservibles, parásitos sociales cuya existencia es una carga para la sociedad y su reproducción irresponsable una amenaza para la existencia de la república, y que solo sirve como plataforma de sustentación de tiranías, lo que ha sido comprobado por contraste en todos los países prósperos que atribuyen su bienestar a la creatividad individual, que evidencia la desigualdad generada por la ignorancia, flojera, vicios y falta de voluntad. Estamos llenos de ejemplos, aquí en Venezuela, de prósperos individuos provenientes de situaciones sociales y económicas precarias, gracias a su deseo de superación. Trabajaron duro para lograr el éxito que los comunistas envidian pero no son capaces de emular, por lo que lo prohíben, lo satanizan, lo desprecian en nombre de la igualdad. Por eso es que en los gobiernos comunistas como el de Venezuela, solo ascienden los peores, los más ineficaces y corruptos, porque están llenos de odio y su resentimiento sirve perfectamente a los intereses de quienes han asumido el gobierno como fin.
La libertad por encima de la igualdad
El pensamiento ascensional, solo posible en libertad, estaba generando progreso por desarrollo individual en este país, hasta la invasión de la esquizofrenia cubanofílica. Ya teníamos clara la separación entre nación y pueblo. Nación remite a comunidad organizada, valor ascensional para la masa. Se es nación “en la medida en que el individuo, en su función de ciudadano, se sienta participante de una aspiración positiva colectiva y sea capaz de asociarse u organizarse con otros para lograrla”. Y la palabra “pueblo” estaba quedando reducida al sector menos informado y menos productivo, pues las oportunidades de la educación superior gratuita, que es una herramienta de la democracia, absolutamente indispensable para el acceso de cualquier ciudadano a las posiciones de autoridad, que generó la más extraordinaria movilidad social de toda América Latina, enrumbaba a cada vez más individuos del pueblo hacia la integridad moral e intelectual de la nación. En los 44 años de su vida republicana, logró Venezuela, a fuerza de estudio y trabajo de sus individuos, superar obstáculos y consolidar un eficiente y productivo sector desarrollado en áreas tan disímiles como ingeniería, derecho, diplomacia, medicina, arte y literatura, periodismo, comercio, industria y finanzas. Los hijos de los obreros eran profesionales universitarios que pasaban a fortalecer la llamada clase media. Eso lo desmontó el chavismo, y su populismo impuso su infame discurso que propugna la “igualdad” por debajo, lo que excluye cuidadosamente, como antagónico, al individuo de pensamiento crítico para la participación eficiente, con visión de futuro. La individualidad, por ser irreductible ante los halagos de la demagogia y su oferta de vivir sin trabajar, a expensas del estado, es el verdadero enemigo del comunismo, que está convencido de que su ideología igualitarista es la única manera de formar hombres más eficientes y solidarios. Una sandez ilógica y antinatural.
La libertad por encima de la igualdad
El pensamiento ascensional, solo posible en libertad, estaba generando progreso por desarrollo individual en este país, hasta la invasión de la esquizofrenia cubanofílica. Ya teníamos clara la separación entre nación y pueblo. Nación remite a comunidad organizada, valor ascensional para la masa. Se es nación “en la medida en que el individuo, en su función de ciudadano, se sienta participante de una aspiración positiva colectiva y sea capaz de asociarse u organizarse con otros para lograrla”. Y la palabra “pueblo” estaba quedando reducida al sector menos informado y menos productivo, pues las oportunidades de la educación superior gratuita, que es una herramienta de la democracia, absolutamente indispensable para el acceso de cualquier ciudadano a las posiciones de autoridad, que generó la más extraordinaria movilidad social de toda América Latina, enrumbaba a cada vez más individuos del pueblo hacia la integridad moral e intelectual de la nación. En los 44 años de su vida republicana, logró Venezuela, a fuerza de estudio y trabajo de sus individuos, superar obstáculos y consolidar un eficiente y productivo sector desarrollado en áreas tan disímiles como ingeniería, derecho, diplomacia, medicina, arte y literatura, periodismo, comercio, industria y finanzas. Los hijos de los obreros eran profesionales universitarios que pasaban a fortalecer la llamada clase media. Eso lo desmontó el chavismo, y su populismo impuso su infame discurso que propugna la “igualdad” por debajo, lo que excluye cuidadosamente, como antagónico, al individuo de pensamiento crítico para la participación eficiente, con visión de futuro. La individualidad, por ser irreductible ante los halagos de la demagogia y su oferta de vivir sin trabajar, a expensas del estado, es el verdadero enemigo del comunismo, que está convencido de que su ideología igualitarista es la única manera de formar hombres más eficientes y solidarios. Una sandez ilógica y antinatural.