Por Rafael Marrón González @RafaelMarronG /
No hay mejor cuña que la del mismo palo. Contra todo pronóstico el chavismo se alzó con 18 gobernaciones, incluyendo la del centinela del Arco minero, el estado Bolívar, adjudicada al PSUV por una diferencia de 1.471 votos, cuando por la estupidez y la desinformación inexcusable el candidato perdió 10.444 votos que fueron captados por la oposición en candidaturas diferentes, lo que hubiera hecho irreversible su victoria en las primeras horas, lo que indica que Maduro & Cia perdió las elecciones en el estado Bolívar, aunque le adjudicaran la gobernación. Pero, además, produce indignación que en unas elecciones tan importantes, que demostrarían ante el mundo que éramos mayoría, como lo somos virtualmente, de un universo electoral guayanés de 973.331 electores, la abstención haya seducido a 408.684 personas. Y esa abstención fue nuestra, porque el chavismo votó por coacción y fanatismo. Vergüenza histórica para un pueblo que perdió la oportunidad de deslastrarse del militarismo que ha devastado la región, física y moralmente, por razones absolutamente despreciables. Pensar en el país estaba es ese momento por encima de cualquier razonamiento contrario a ejercer el derecho a votar. Produce arrechera, no hay otra palabra, el comprobar que perdimos gobernaciones emblemáticas como Carabobo y Miranda por 48.294 y 78.404 votos, cuando la abstención fue de 629.897 y 857.446 respectivamente. Y ganamos Zulia con un millón de abstencionistas, así sería la paliza de haber votado. Un insulto a la inteligencia. El júbilo por el inesperado triunfo político de Maduro $ Cia es de asombro, jamás se esperaron esa entrega tan sumisa. Ahora viene por las alcaldías, aceleradamente, aprovechando el desánimo de los que sí votaron y la feroz campaña “se los dije” o “dictadura no sale con votos”, como si en verdad hubiera logrado algo, más allá de entregarle de nuevo el país al chavismo dictatorial y corrupto y garantizar a Maduro su reelección en el 2018, mientras espera como en el caso de Godot, que nunca llega, la invasión de los marines o la guerra civil, que a control remoto llama a los jóvenes a seguir muriendo por la patria, o el alzamiento de los cuarteles apaciguados hasta el asco a punta de prebendas como el Arco minero y otras exquisiteces crematísticas non sanctas. No hubo manera de que entendieran que el voto es más poderoso que los golpes de estado y las invasiones extraterrestres. Y que es el medio civilizado que permite a la juventud dedicarse a vivir por la patria. Y, por último, el voto es un derecho ciudadano, y su ejercicio debe estar signado por el bienestar político del país, no por dirigencia alguna ni por temores especulativos, por mucha justificación que tengan. Se vota porque hay elecciones y punto. Al derecho no se renuncia. Allá el gobierno si demuestra su talante delictivo y su suciedad moral al robarse lo que no le corresponde.
No hubo fraude sino ventajismo
Aunque no reconozco esos resultados desde el punto de vista de la legitimidad, que solo otorga lo prístino de un proceso electoral, debo decir que Maduro & Cia no se iba a atrever a adulterar cifras a su favor ni a “voltear resultados” frente a observadores internacionales, que se fueron estupefactos por la estupidez abstencionista, por eso los perdedores no pueden emitir una acusación de fraude sin comprometer su credibilidad, pues acta en mano los resultados coinciden con los del CNE. A excepción de Bolívar, donde el propio CNE arroja una sospecha más que razonable sobre los resultados emitidos a la una de la madrugada, – la oscuridad es el rebozo del crimen - después de 48 horas de angustiosa espera, al invalidar 53 actas sin la presencia del testigo del candidato de la oposición, a quien se negó la entrada a la Sala de totalización, según denuncias de su equipo. Así que lo que hubo, desde el primer día fue un asqueroso ventajismo delictivo, que incluyó agresiones de delincuentes armados y groseras manipulaciones operativas del CNE, del que abusó una vez más el gobierno, como es su ya inveterada costumbre, para apuntalar a sus estrafalarios candidatos tres de ellos sancionados en USA por violación de los derechos humanos, corrupción y vínculos con el narcotráfico y las FARC, lo que deslegitima ese triunfo contaminado con tufo a fraude ante las instancias internacionales con el caso de Bolívar por enseña, anulando el efecto democrático que Maduro $ Cia buscaba.
Guerra psicológica y colaboracionismo
Jugaron duro para promover la abstención de la oposición desplegando la estrategia militar de la guerra psicológica para desmoralizar al enemigo: “con ese CNE yo no voto”, por eso la ratificación de Tibisay Lucena, el ser más despreciado del país, cuya sola presencia en televisión saca a los electores de las colas. Pero esta campaña contó con un aliado inesperado: la entusiasta participación de demasiados fanáticos de la irrealidad que inundaron las redes sociales con persistentes mensajes desalentadores, como acusar a la MUD de vendida o tildar del traidor al candidato de Miranda, por supuestamente entregar al capitán que asaltó un cuartel en Valencia. Esa campaña, potenciada por las migraciones ilegítimas, nos costó Miranda. Ni Diosdado ni Jaua pudieron lo que logró el harakirismo opositor que no analiza que para el chavismo, por su índole corrupta, era más importante ganar el estado Zulia o Táchira que Amazonas o Delta Amacuro, antes de continuar con su discurso visceral, que banaliza el acto electoral en pro de la violencia apodada “resistencia”, alegando que en dictadura también hay elecciones, cuando lo que hay son plebiscitos. En síntesis, estamos claros: el pecado original es el CNE, y la situación en el estado Bolívar lo confirma, pero no podemos ignorar la eficacia de la campaña abstencionista devenida en vulgar colaboracionismo al no presentar alternativas viables, porque lo que importa son los resultados, allí están Carabobo, Miranda y Bolívar como ejemplo. Demostrado está: para árbitro parcializado victoria contundente. Y así ha sido siempre.
En resumenAunque seguimos estancados en esta pesadilla, estas elecciones, que en su puridad política solo buscaban demostrar que la oposición era aplastante mayoría y no asumir unos gobiernos regionales que el gobierno vaciaría de contenido, además de probar que aquellos “ocho millones” de la Constituyente eran fraudulentos, la campaña abstencionista confundió los escenarios, aclaran varias situaciones: el chavismo voluntario sigue existiendo en un masoquista porcentaje alarmante, abultado por la coacción del carné de la patria y los beneficios del soborno, sin embargo es falso esa conseja mediática que confunde el rechazo al gobierno con apoyo a la oposición. El liderazgo opositor tiene un enemigo interno que se dedica de manera incansable y devastadora, con un lenguaje violento, a señalar los defectos y errores de la MUD o de la Asamblea Nacional sobre cuyas autoridades pende la espada de Damocles de un juicio por traición a la patria, por propiciar la intervención de gobiernos extranjeros en los asuntos políticos internos del país, como lo contempla el Código penal, por ejemplo, que a denunciar la perversidad moral de Maduro $ Cia. Esa anormalidad busca someter la actuación del liderazgo opositor a los dictámenes de las redes sociales, so pena de ser demonizados. Cuánta razón tuvo Umberto Eco. Por mi parte sigo en la trinchera democrática y me preparo para votar en las municipales. No regalo mi voto ni propicio triunfos del enemigo por desgano ni coacción. Que sigan acumulando puntos para La Haya.
No hubo fraude sino ventajismo
Aunque no reconozco esos resultados desde el punto de vista de la legitimidad, que solo otorga lo prístino de un proceso electoral, debo decir que Maduro & Cia no se iba a atrever a adulterar cifras a su favor ni a “voltear resultados” frente a observadores internacionales, que se fueron estupefactos por la estupidez abstencionista, por eso los perdedores no pueden emitir una acusación de fraude sin comprometer su credibilidad, pues acta en mano los resultados coinciden con los del CNE. A excepción de Bolívar, donde el propio CNE arroja una sospecha más que razonable sobre los resultados emitidos a la una de la madrugada, – la oscuridad es el rebozo del crimen - después de 48 horas de angustiosa espera, al invalidar 53 actas sin la presencia del testigo del candidato de la oposición, a quien se negó la entrada a la Sala de totalización, según denuncias de su equipo. Así que lo que hubo, desde el primer día fue un asqueroso ventajismo delictivo, que incluyó agresiones de delincuentes armados y groseras manipulaciones operativas del CNE, del que abusó una vez más el gobierno, como es su ya inveterada costumbre, para apuntalar a sus estrafalarios candidatos tres de ellos sancionados en USA por violación de los derechos humanos, corrupción y vínculos con el narcotráfico y las FARC, lo que deslegitima ese triunfo contaminado con tufo a fraude ante las instancias internacionales con el caso de Bolívar por enseña, anulando el efecto democrático que Maduro $ Cia buscaba.
Guerra psicológica y colaboracionismo
Jugaron duro para promover la abstención de la oposición desplegando la estrategia militar de la guerra psicológica para desmoralizar al enemigo: “con ese CNE yo no voto”, por eso la ratificación de Tibisay Lucena, el ser más despreciado del país, cuya sola presencia en televisión saca a los electores de las colas. Pero esta campaña contó con un aliado inesperado: la entusiasta participación de demasiados fanáticos de la irrealidad que inundaron las redes sociales con persistentes mensajes desalentadores, como acusar a la MUD de vendida o tildar del traidor al candidato de Miranda, por supuestamente entregar al capitán que asaltó un cuartel en Valencia. Esa campaña, potenciada por las migraciones ilegítimas, nos costó Miranda. Ni Diosdado ni Jaua pudieron lo que logró el harakirismo opositor que no analiza que para el chavismo, por su índole corrupta, era más importante ganar el estado Zulia o Táchira que Amazonas o Delta Amacuro, antes de continuar con su discurso visceral, que banaliza el acto electoral en pro de la violencia apodada “resistencia”, alegando que en dictadura también hay elecciones, cuando lo que hay son plebiscitos. En síntesis, estamos claros: el pecado original es el CNE, y la situación en el estado Bolívar lo confirma, pero no podemos ignorar la eficacia de la campaña abstencionista devenida en vulgar colaboracionismo al no presentar alternativas viables, porque lo que importa son los resultados, allí están Carabobo, Miranda y Bolívar como ejemplo. Demostrado está: para árbitro parcializado victoria contundente. Y así ha sido siempre.
En resumenAunque seguimos estancados en esta pesadilla, estas elecciones, que en su puridad política solo buscaban demostrar que la oposición era aplastante mayoría y no asumir unos gobiernos regionales que el gobierno vaciaría de contenido, además de probar que aquellos “ocho millones” de la Constituyente eran fraudulentos, la campaña abstencionista confundió los escenarios, aclaran varias situaciones: el chavismo voluntario sigue existiendo en un masoquista porcentaje alarmante, abultado por la coacción del carné de la patria y los beneficios del soborno, sin embargo es falso esa conseja mediática que confunde el rechazo al gobierno con apoyo a la oposición. El liderazgo opositor tiene un enemigo interno que se dedica de manera incansable y devastadora, con un lenguaje violento, a señalar los defectos y errores de la MUD o de la Asamblea Nacional sobre cuyas autoridades pende la espada de Damocles de un juicio por traición a la patria, por propiciar la intervención de gobiernos extranjeros en los asuntos políticos internos del país, como lo contempla el Código penal, por ejemplo, que a denunciar la perversidad moral de Maduro $ Cia. Esa anormalidad busca someter la actuación del liderazgo opositor a los dictámenes de las redes sociales, so pena de ser demonizados. Cuánta razón tuvo Umberto Eco. Por mi parte sigo en la trinchera democrática y me preparo para votar en las municipales. No regalo mi voto ni propicio triunfos del enemigo por desgano ni coacción. Que sigan acumulando puntos para La Haya.