sábado, 14 de octubre de 2017

octubre 14, 2017




Pbro. Lic. Joel de J. Núñez F. | @padrejoel95 /  

La parábola que nos presenta el evangelio de este domingo tiene varias enseñanzas que nos pueden servir para nuestra meditación y sobre todo para dejarnos interpelar por las palabras de Nuestro Señor Jesucristo. Primero, se nos presenta la imagen del Reino de Dios como un banquete de boda; donde un Rey, el Padre eterno, prepara ese banquete de fiesta, para su hijo, en este caso Jesús se refiere a sí mismo como hijo de Dios. Por experiencia humana todos sabemos lo grato, íntimo, la fraternidad, comunión y alegría que se da en una fiesta de boda. Pues bien, Dios invita a su Reino a todos los hombres, desde el Antiguo Testamento a través de los patriarcas y profetas ha invitado a los seres humanos a participar de su Reino, de su amor, amistad, paz, justicia, verdad y vida eterna. Dios no se presenta como un juez tirano o sectario; por el contrario la parábola nos habla de un Dios generoso y bueno que invita a todos a la fiesta de su hijo. Muchos rechazaron su invitación y no quisieron ir y por eso la invitación se extiende a muchos más, a los que quieran venir. Recordemos que esta parábola Jesús la está dirigiendo a los fariseos, saduceos y jefes del Sanedrín que lo interpelaban por sus palabras y conducta. Los primeros invitados al banquete de boda fueron los judíos y siguen siendo invitados y en tiempo de Jesús muchos rechazaron sus enseñanzas y por eso Jesús dirige su mensaje a los paganos, a buscar a los extraviados, a salir del encuentro del pecador para que vuelva al camino de Dios. Segundo, destaca el rechazo de los invitados especiales. Se pierden esta gran fiesta, la fiesta sin comparación; lo hacen por indiferencia, por egoísmo, por poner su atención en cosas que no valen la pena. Lo peor es que responden con agresividad a la invitación, matan a los mensajeros y manifiestan así su desprecio por el Rey. Aquí Jesús recuerda como en el Antiguo Testamento se mataron y persiguieron a los profetas por predicar la conversión de parte de Dios. El Señor nos invita a la conversión, a escuchar su palabra y volver nuestros pasos a Él. No podemos ser indiferentes a su mensaje de amor que si lo aceptamos le dará sentido y plenitud a nuestra existencia; nadie puede vivir feliz ni pleno fuera de Dios. Tercero, a pesar que muchos rechazan la invitación de Dios, su llamado no se detiene, su fiesta de amor no se interrumpe, se mantiene y mantendrá hasta la eternidad. Se sigue invitando a los que quieran venir. Sólo se pide que se traiga el vestido de fiesta, para que no nos suceda como al hombre que el Rey vio en la fiesta sin traje de fiesta. Ese traje es el amor. Para entrar al banquete de boda, para estar en el Reino de Dios hay que vivir en el amor; porque Dios es Amor, como dice San Juan. El cristiano auténtico no es el que sabe mucho o conoce mucho de la Palabra de Dios o sigue ciertas normas o conductas al estilo de los fariseos y saduceos; el discípulo auténtico es el que vive en el amor, al estilo de su Padre Dios y de su enviado Jesucristo. No seamos cristianos de palabras o simples rituales, sino de testimonio en el amor; traducido en servicio, entrega a los demás, especialmente a los más pobres.
Pidamos al Señor en este domingo que nos ayude a ser cristianos auténticos que meditar su Palabra o recibir el Cuerpo y la Sangre de su Hijo no nos cause indigestión por no vivir en el amor; que por el contario sintamos la alegría de estar y vivir en Dios; que la vida sea una fiesta por estar en Él y con Él.


IDA Y RETORNO: Oración y acción por Venezuela. Hoy es un día para cumplir con Venezuela. Hay que salir a votar y hacerlo en conciencia, buscando el bien y el futuro de nuestra patria. Dios bendiga y salve a Venezuela.