Miguel Aponte @DoublePlusUT /
Las encuestas indican que, si vota el 65 % de la población electoral la oposición gana todas las gobernaciones, si vota el 55% se ganan 19, si vota el 50% solo 17 y con el 45% se empareja oposición y régimen. Esto, claro, defendiendo el voto en las mesas y documentando el triunfo para poder desmontar la trampa del régimen. Frente a esta realidad, ¿qué hace el régimen? Veamos ejemplos. En Lara y Aragua se ve una estrategia similar: no hablar de sus candidatos y sembrar dudas sobre los opositores por haber sido chavistas, sin nada positivo que mostrar, claro. En Bolívar, Amazonas y Zulia, la estrategia difiere: hablar de “logros” como gobernadores o alcaldes de sus candidatos, decir que la unidad de la oposición es mentira e, incluso, afirmar que necesitan los votos para no perder los beneficios de la revolución (¿cuáles beneficios?). En Táchira el plan del régimen parece centrarse en que la candidata de la oposición es adeca. Son todas trampas para cazar bobos más que votos, pero, ¿qué más pueden hacer?
Quienes piensan que la abstención puede ser buena estrategia, recuerden que nunca ha sido así y no solo en Venezuela; en Cataluña, sin hablar de nuestra postura al respecto, vean cómo debido a una pobre participación del 42% los separatistas ganaron con el 93% de los votos: los unionistas han podido ganar, pero prefirieron perder. El gobierno catalán logró abrumadoramente, queriéndolo o no, lo que Maduro sí quisiera lograr aquí como sea: la oposición se abstuvo y ahora, guste o no, nadie puede negar el resultado, aunque no sea legal. Si nos dejamos seducir por el abstencionismo, los venezolanos permitiríamos algo peor y es que, además de no poder negar el resultado, éste será legal. Piénselo, es preferible ganar y que el régimen haga trampa a que éste gane sin trampas por nuestra culpa, por no ir. Los abstencionistas, si los dejamos, comprarán la soga con que los colgará Maduro, se la regalaran y pondrán el cuello para que los ahorquen legalmente. Usted no lo permita: vote.
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