Por Rafael
Marrón González
XII
El juicio de un compatriota de Santander
El estadista colombiano Laureano
Gómez expresó que "Santander fue un
hombre inicuo y doloso, impío y sanguinario.
Jamás puede aceptársele como símbolo de la
Patria". Fallecido el Libertador, el presidente
colombiano Domingo Caicedo, le restituyó a
Santander, el 6 de junio de 1831, todos sus honores,
grados militares y derechos ciudadanos. En 1833 fue electo presidente
de la República, y el 23 de junio de 1833 fue descubierta una
conspiración en su contra dirigida por el oficial español al
servicio de la República, José Sardá. Fueron
ajusticiadas diecinueve personas y diecisiete fueron exiliadas o
condenadas a prisión. Sardá logró huir pero un año
después fue apresado y asesinado por sus
captores. ¡Cuánta diferencia con la magnanimidad de Bolívar!
Santander murió el 6 de mayo de 1840
de una afección hepática, tenía 48 años.
La dictadura, principio del fin
Bolívar estaba consciente
del error cometido al aceptar la dictadura, y aunque apelara también al
argumento de “salvar la patria”, así lo expresa en junio de 1828: “Para salvar la Patria, he
debido ser un Bruto, y para contenerla en una guerra civil, debería ser un
Sila. Este carácter no me conviene; antes perderé todo, la vida misma”.
Y en su proclama del 27 de agosto de 1828, dirigida a los Colombianos, trasluce
su repugnancia ante la situación que se ve obligado a cumplir y culmina: “...
Yo, en fin, no retendré la autoridad suprema sino hasta el día que me mandéis
devolverla, y si antes no disponéis otra cosa, convocaré dentro de un año la
representación nacional. Y al asumir el mando supremo dicta esta proclama:
¡Colombianos! No os diré nada de libertad, porque si cumplo mis promesas,
seréis más que libres, seréis respetados; además bajo la dictadura ¿quién puede
hablar de libertad? ¡Compadezcámonos mutuamente del pueblo que obedece y del hombre que
manda solo!”. Esta dictadura sui generis, carente de la implacable
arbitrariedad que las caracteriza y que respetaba la libertad de prensa, aunque
sus ataques lo sumieran en profundas depresiones al verse injustamente
insultado y acusado de déspota y tirano, duró hasta el 20 de enero
de 1830 cuando entrega el mando al Congreso Admirable convocado por él, y
llamado así por considerar a sus integrantes de la más alta calidad
intelectual, y al que enuncia: “Me ruborizo al decirlo: la Independencia es
el único bien que hemos adquirido a costa de lo demás”.
Fin de su carrera política y su único delirio
El 8 de mayo de 1830, aceptada por el Congreso su
renuncia a la Presidencia de Colombia en
un enrarecido clima de agitación política
aderezado por la soez exultación de la canalla ebria que
siempre ha servido para ser azuzada contra sus benefactores,
proscrito de Venezuela, donde acusado de tirano se considera
traición a la patria nombrarlo, y negándose a aceptar, por temor a la
retaliación política, la benevolencia del pueblo ecuatoriano
que le ofrece cobijo y honores, Simón Bolívar emprende el
viaje a Santa Marta, población ubicada al pie de la Sierra Nevada y sobre
una de las más hermosas bahías del litoral caribe colombiano, lo que le
confiere un clima privilegiado por las suaves brisas de la montaña, ideal
para reponer su salud y marcharse a Europa, quizá a Roma donde por
voluntad del gobierno boliviano, presidido por el general Santa Cruz,
desempeñaría el cargo de Ministro Plenipotenciario. Y
en su proclama al pueblo colombiano ratifica su convicción democrática:
“Colombianos: Hoy he dejado de mandaros. Veinte años ha que os he servido en
calidad de soldado y magistrado. En este largo período hemos reconquistado la
patria, libertado tres repúblicas, conjurado muchas guerras civiles, y cuatro
veces he devuelto al pueblo su omnipotencia, reuniendo espontáneamente cuatro
congresos constituyentes. (...) He sido víctima de sospechas ignominiosas, sin
que haya podido defenderme la pureza de mis principios. Los mismos que aspiran
el mando supremo se han empeñado en arrancarme de vuestros corazones,
atribuyéndome sus propios sentimientos; haciéndome aparecer autor de proyectos
que ellos han concebido, representándome, en fin, con aspiración a una corona
que ellos me han ofrecido más de una vez, y que yo he rechazado con la
indignación del más fiero republicano. (...) Escuchad mi última voz al
terminar mi carrera política; a nombre de Colombia os pido, os ruego que
permanezcáis unidos para que no seáis los asesinos de la patria y vuestros
propios verdugos”. La muerte lo esperaba en aquel bucólico remanso de paz donde
había cobijado sus angustias, y en su umbral, aquel 17 de diciembre de 1830 a la una en punto de la
tarde, como Alonso Quijano, delira: "¡Vamonós, vamonós, que
esta gente no nos quiere!".
BOLÍVAR, UN LECTOR CONSUMADO
El historiador José Luís Salcedo Bastardo, en su
obra Visión y Revisión de Bolívar, acota: “Desde su adolescencia Bolívar tuvo
el hábito de la lectura, el suyo fue un proceso continuo de vigorización y
renovación de su personalidad intelectual. Es imposible construir una lista
exhaustiva de los autores leídos por Bolívar, pero remitiéndonos nuevamente a
la información contenida en sus escritos, debemos indicar a grandes rasgos que
conocía a los clásicos de la antigüedad, griegos y romanos, Homero, Polibio,
Plutarco, César, Virgilio; todos los géneros. Clásicos modernos de España,
Francia, Italia e Inglaterra. Igualmente de los más diversos sectores
intelectuales: desde filósofos y políticos como Hobbes, hasta poetas como Tasso
y Camoens, pasando por naturalistas como Buffon, astrónomos como Lalande,
economistas como Adam Smith. En sus cartas pueden hallarse muchos nombres
regados con espontaneidad: los enciclopedistas y planificadores de la
Revolución Francesa, conocidos y estudiados a fondo y cuya influencia en el
credo bolivariano es fácil de señalar Montesquieu sobre todos, Rousseau,
D'Alambert, Condillac, Voltaire. Además Cervantes, Locke, Helvetius, Ossian, Goguet,
Llorente, Napoleón, Rollin, Berthot, De Pradt, Filangieri, Mahon, La Fontaine,
Constant, Mme. Stall, Grotius, Humboldt, Ramsay, Beaulour, Mably, Dumerí,
Delius, Montholon, Arrien, Sismondi, etc. En parte de sus libros, que regala a Tomás C.
Mosquera en 1828, se encuentran los más diversos títulos. Claro índice de que
su cultura no era unilateral es, además de los autores citados, la siguiente
diversidad de títulos, idiomas y materias de su biblioteca: Epoques de l'
Histoire de Pruse; Ensayo de la historia civil del Paraguay, Buenos Aires y
Tucumán; Description Générale de la Chine; Dictionnaire Géographique; Voyage to
the South Atlantic; Gramática Italiana; Diccionario de la Academia, New
Dictionary Spanish and Englisk; Encycíopédie des enfants; Life of Washington;
Dictionnaire des Hommes Célebres; Life of Scipio; Mémoires du Général Rapp;
Medias Anatas y Lanzas del Perú; Cours Politique et Diplomatique de Bonaparte;
Espíritu del Derecho; Inlluence des Gouvernements; Congreso de Viena; Viaje de
Aanacarsis; Fetes et courtisanes de la Gréce; Code ot Laws of tbe Republic ol
Colombia". Fue la suya una pasión de cultura que no conoció término; en
todos y cada uno de los maestros del saber universal quiso aprender una idea
que sirviera a la perfección de la obra de su vida: la creación de su América,
su programa revolucionario”. Manuel Pérez Vila publicó en 1960 un interesante
trabajo titulado “La Biblioteca del Libertador”.
¿Bolívar
pobre?
En cuanto a la supuesta pobreza de Bolívar al morir,
su familia aunque no poseía títulos nobiliarios
figuraba entre las más adineradas y principales familias venezolanas
cuyos miembros eran denominados "mantuanos", derivado del
gentilicio de los naturales de Mantua Carpetana, nombre dado por los romanos al
territorio que comprendía Madrid, Toledo y Alcalá de Henares, y no del
uso de ¨mantillas¨ por parte de las damas aristocráticas como se ha especulado
y difundido erróneamente. De hecho cuando Bolívar muere,
según cálculos de economistas modernos, su fortuna representada
nada más que por las Minas de cobre de Aroa, pues en 1827 dio a sus
hermanas sus propiedades de San Mateo, una que tenía en los valles
del Tuy y un hato en los Llanos, ascendería a más de dos
millones de dólares, por lo tanto es incierta la especie del
Bolívar arruinado, sus propiedades confiscadas por
los españoles durante la guerra, les fueron devueltas. Continuará.