Johnny E. Mogollón E. /
No quiero dominar mis emociones para escribir de la forma edulcorada que tanto asco me da, la verdad es que esa estupidez tan nuestra, tan venezolana, de buscar “el lado positivo de las cosas” no solo es una ridiculez y una total pérdida de tiempo, es el triunfo de la mediocridad, la misma mediocridad que nos ha mantenido durante veinte años yendo hacia atrás, cual prepucio.
El tema de la crisis ha sido estudiado por muchísimos intelectuales de todas las especialidades de las ciencias sociales y ninguno ha podido dar en el clavo, y no han podido hacerlo por dos razones fundamentales: 1) Porque es la sumatoria de los efectos de un complejo cáncer que ha carcomido todos los sectores de la nación. 2) Porque en la ecuación no están incluidos todos los elementos necesarios y “se sobreentiende” que uno de esos sectores está en contra del Statu Quo cuando lo cierto es que, cuando mucho, hace las veces de agente doble.
No en vano la oposición partidista se ha llevado los baldes de agua fría, en gran medida se lo merecen porque históricamente, desde que inició esta lucha en la que hemos sido perseguidos, vilipendiados y hasta encarcelados, los políticos venezolanos, han sido, si así se quiere, los defensores de los sacrosantos empresarios nacionales, en lugar de plantear una lucha abierta en contra de la dictadura y del modelo económico que este impone por la fuerza. ¿Parece contradictorio verdad? Pues sí, parece, y es eso lo que lo hace peligroso, es como esas orugas que parecen una mota de algodón, confías en ellos, parecen inofensivos, pero luego de tocarlos te das cuenta que has cometido un enorme error.
En nuestro país —aún con la fragmentación— hay cuatro grupos que más o menos se equilibran en fuerza, a saber: El poder político, el poder militar, el poder económico y el pueblo, así, de último, pero no menos fuerte que cualquiera de los anteriores.
Nosotros, el pueblo que hace colas para comer, para obtener efectivo, para comprar medicamentos, para sobrevivir en medio de esta tormentosa debacle nacional, durante muchos años hemos dado por hecho que el poder político y el militar unieron fuerzas para dominar al pueblo y al poder económico, lo que hemos estado obviando es que el poder económico, y no hablo de las pequeñas y medianas empresas sino de los grandes consorcios, de los bancos y las enormes empresas que hacen vida en la nación y que, “casualmente” nunca se pronuncian ni obran en contra de la dictadura. ¿Por qué tanta inacción por parte de quienes tienen más que perder? ¿Acaso no sienten amenazado “su” capital?
Es triste tener que aceptarlo, que esta crisis, lejos de afectar a los sacrosantos empresarios del país los está enriqueciendo más, así que el único riesgo que corren es el de seguir aumentando sus cuentas. Hace falta mirar el problema desde todas sus aristas, darnos cuenta de que de este lado no todos son blancas ovejas, que hay lobos infiltrados y que, aunque muchos de ellos incluso colaboren económicamente con la causa de la democracia, la verdad, triste, pura y dura, es que apuestan mucho más a nuestra derrota que, en dado caso, es su propia victoria.
En conclusión: Mientras los políticos sigan esgrimiendo estupideces como aquello de “Hay que hacer un paro activo porque ya el país está paralizado”, solo para no tocar los intereses de los señores potentados del país, la causa estará perdida, no así si el conglomerado social toma conciencia de la importancia y la urgente necesidad de detener por completo el país para forzar la salida del espurio. Hace falta parar para avanzar.
No quiero dominar mis emociones para escribir de la forma edulcorada que tanto asco me da, la verdad es que esa estupidez tan nuestra, tan venezolana, de buscar “el lado positivo de las cosas” no solo es una ridiculez y una total pérdida de tiempo, es el triunfo de la mediocridad, la misma mediocridad que nos ha mantenido durante veinte años yendo hacia atrás, cual prepucio.
El tema de la crisis ha sido estudiado por muchísimos intelectuales de todas las especialidades de las ciencias sociales y ninguno ha podido dar en el clavo, y no han podido hacerlo por dos razones fundamentales: 1) Porque es la sumatoria de los efectos de un complejo cáncer que ha carcomido todos los sectores de la nación. 2) Porque en la ecuación no están incluidos todos los elementos necesarios y “se sobreentiende” que uno de esos sectores está en contra del Statu Quo cuando lo cierto es que, cuando mucho, hace las veces de agente doble.
No en vano la oposición partidista se ha llevado los baldes de agua fría, en gran medida se lo merecen porque históricamente, desde que inició esta lucha en la que hemos sido perseguidos, vilipendiados y hasta encarcelados, los políticos venezolanos, han sido, si así se quiere, los defensores de los sacrosantos empresarios nacionales, en lugar de plantear una lucha abierta en contra de la dictadura y del modelo económico que este impone por la fuerza. ¿Parece contradictorio verdad? Pues sí, parece, y es eso lo que lo hace peligroso, es como esas orugas que parecen una mota de algodón, confías en ellos, parecen inofensivos, pero luego de tocarlos te das cuenta que has cometido un enorme error.
En nuestro país —aún con la fragmentación— hay cuatro grupos que más o menos se equilibran en fuerza, a saber: El poder político, el poder militar, el poder económico y el pueblo, así, de último, pero no menos fuerte que cualquiera de los anteriores.
Nosotros, el pueblo que hace colas para comer, para obtener efectivo, para comprar medicamentos, para sobrevivir en medio de esta tormentosa debacle nacional, durante muchos años hemos dado por hecho que el poder político y el militar unieron fuerzas para dominar al pueblo y al poder económico, lo que hemos estado obviando es que el poder económico, y no hablo de las pequeñas y medianas empresas sino de los grandes consorcios, de los bancos y las enormes empresas que hacen vida en la nación y que, “casualmente” nunca se pronuncian ni obran en contra de la dictadura. ¿Por qué tanta inacción por parte de quienes tienen más que perder? ¿Acaso no sienten amenazado “su” capital?
Es triste tener que aceptarlo, que esta crisis, lejos de afectar a los sacrosantos empresarios del país los está enriqueciendo más, así que el único riesgo que corren es el de seguir aumentando sus cuentas. Hace falta mirar el problema desde todas sus aristas, darnos cuenta de que de este lado no todos son blancas ovejas, que hay lobos infiltrados y que, aunque muchos de ellos incluso colaboren económicamente con la causa de la democracia, la verdad, triste, pura y dura, es que apuestan mucho más a nuestra derrota que, en dado caso, es su propia victoria.
En conclusión: Mientras los políticos sigan esgrimiendo estupideces como aquello de “Hay que hacer un paro activo porque ya el país está paralizado”, solo para no tocar los intereses de los señores potentados del país, la causa estará perdida, no así si el conglomerado social toma conciencia de la importancia y la urgente necesidad de detener por completo el país para forzar la salida del espurio. Hace falta parar para avanzar.