Nuestros ojos se han acostumbrado a
tanta oscuridad, que no somos capaces de ver la luz que está entrando a
Venezuela por sus cuatro costados.
Vivimos tan desesperados y abrumados por
la violencia desatada en las calles, que a veces nos embarga la
angustia, y pensamos que no veremos el fin de esta pesadilla.
Pero cuando creíamos que todo estaba
perdido, llegaron los más jóvenes para invitarnos a salir del letargo
conformista en el que nos encerramos, sin imaginar lo cerca que estamos
de ver brillar de nuevo el sol en Venezuela.
La oscuridad está de salida. Nos queda
por delante el reto de trabajar sin descanso para salir de esta
dictadura, para que nadie vuelva a ejercer la violencia con impunidad,
para que nunca más se pueda lanzar una bomba lacrimógena a quien salga
pacíficamente a protestar, y los niños crezcan con la tranquilidad de
estar seguros en sus aulas y en las calles.
Estamos muy cerca de ese amanecer que
tanto anhelamos. Y cuando ese día llegue, volveremos a abrazarnos como
hermanos, para celebrar juntos el fin de la represión que ha cegado la
vida de esos valientes jóvenes que salieron a luchar por una Venezuela
libre, que ya no verán.
Nuestro compromiso para con esos jóvenes
mártires es hacer recaer todo el peso de la ley sobre los responsables
de sus crímenes, pues no podemos permitir que sus muertes queden
impunes.
Quienes hoy hacen un llamado a los
represores para que se unan a nuestra lucha, deben tener claro que ese
llamado no exonera a quienes hayan cometido crímenes de lesa humanidad.
Así como tampoco es causa de exoneración para quienes hasta hace muy
poco fueron fieles colaboradores del régimen, pues con su silencio
cómplice ayudaron a la destrucción lenta y progresiva de nuestro País.
Ahora bien, ese pueblo que siguió a
ciegas esta ideología criminal y que hoy manifiesta su arrepentimiento
sincero, debemos acogerlos como hermanos, pues la reconciliación es una
parte importante para transitar por el camino de la paz; además, ellos
también han sido víctimas del empobrecimiento orquestado desde las altas
jerarquías del poder.
A las puertas de este gran despertar,
muchos aún siguen dormidos, pero muy pronto saldrán de ese sueño
profundo, cuando escuchen de repente el estruendoso grito de la
libertad.
Despierta, Venezuela, que ya está amaneciendo.