Venezuela atraviesa una de esas crisis a
las que no se le consigue, al menos claramente, salida. El gobierno
necesita salir del atolladero, la oposición está preocupada por lo
mismo, pero, por encima de ambos, la sociedad venezolana clama por una
solución satisfactoria al tremendo desorden existente.
Es al gobierno a quien le corresponde
dar los pasos conducentes a la estabilización del orden social, político
y económico. Maduro y su uniformado gobierno lo intentan, ofrecen
proyectos y medidas que a nadie convencen. Los uniformados y Maduro
lucen desatinados, erráticos, faltos de ideas. Nombramientos van y
vienen, todos fracasan. La crisis sigue su curso, la conduce la inercia y
el gobierno palidece ante su magnitud.
Para Maduro y los uniformados el
problema de la crisis es la democracia. No se trata de medidas
económicas, siempre inapropiadas, ni de políticas sociales que
satisfagan a la sociedad: es la democracia que hace que los ciudadanos
exijan demasiado y ponen en peligro la estabilidad de un gobierno que
desea permanecer ad infinitum.
El inicio de este siglo fue aciago para
la República: Chávez ideó una nueva Constitución que duraría 100 años,
dijo alguna vez, y, al poco tiempo, quiso modificarla; desde entonces la
Constitución, que dio vida a la V República, está amenazada por sus
creadores.
Luto 1
Para Maduro y sus uniformados la
democracia es un estorbo, un invento burgués que debe controlarse hasta
extinguirlo. En esa dirección aparece, no para superar la crisis de los
venezolanos sino para garantizar la preeminencia de la jerarquía roja,
la convocatoria de una Asamblea Constituyente que trae en las alforjas
dos particularidades: la convoca Maduro y sus uniformados sin necesidad
de consultar al pueblo y, como si fuera poco, decreta la muerte de la V
República.
Los herederos, el designado y demás
adláteres, señalan implícitamente y sin rubor que el diseñador de la
actual Constitución y de la nueva República fracasó. Muerte a la
Constitución y a la V República.
Luto 2
Liquidada la obra de Chávez por sus más
aventajados e inescrupulosos súbditos le toca ahora a la democracia. La
soberanía que debería residir en el pueblo pasará ahora a manos de
Maduro y sus uniformados. El pueblo no requerirá ser consultado sobre el
cambio de la Constitución, solo el capricho de la cúpula roja será
suficiente y así deberá ser participado al pueblo.
La fase final de la democracia ocurrirá
cuando los usurpadores de la soberanía popular anuncien la nueva
Constitución sin que ésta se consulte a los ciudadanos a través de una
votación universal, directa, libre y secreta.
Mientras el gobierno avanza en su afán
de liquidar la democracia va dejando luto y dolor en las familias
venezolanas. Varios jóvenes, que solo llegaron a conocer a este
gobierno, han sido asesinados por los cuerpos policiales o grupos
paramilitares que actúan amparados y protegidos. Todos luchando por algo
que irrita a Maduro y a sus uniformados: por la democracia.
La responsabilidad de la dirigencia
opositora radica en defender la democracia, pero también debe actuar
responsablemente en la defensa y protección de la vida de los
venezolanos. Esta no es una pelea entre demócratas.