Era imaginable que en la semana
que recién termina se observará una disminución de la protesta de calle y
que el gobierno culminara, en esta oportunidad, sin otro fallecido. No
fue así, el régimen acostumbrado a cargar las manos teñidas de rojo,
suma a su haber otro asesinato.
El gobierno de Maduro ya no ejerce
poder, de hecho, tiene muy poco, solo tiene la posibilidad de la fuerza y
de la violencia que la obtiene de las armas y, hasta ahora, de la
obediencia de los efectivos militares del gobierno. Pólvora, bayonetas y
bombas lacrimógenas le permiten asirse del lugar desde donde se ejerce
el poder, muchas herramientas y poco pueblo.
El domingo 16 de julio viene a
convertirse en un anticipo de lo que ocurrirá como respuesta al
secuestro de la soberanía popular adelantada por Maduro y los suyos.
En un ejercicio de suprema necedad el
gobierno convoca a confrontar con sus escasas brigadas a lo que bien
pudiera señalarse como el proceso de ratificación de innumerables
asambleas de ciudadanos realizadas en el país en defensa de la
Constitución. La consulta popular convocada contará con millones de
ciudadanos que concurrirán a expresar su voluntad, en este caso
favorable a la Constitución, y en rechazo a la usurpación del régimen de
la soberanía popular que, conviene resaltarlo cada vez que se pueda, es
inalienable; en palabras de Rousseau: “…no puede enajenarse nunca, y el
soberano, que no es sino un ser colectivo, no puede ser representado
más que por sí mismo: el poder puede ser transmitido pero no la
voluntad.”
La convocatoria de una constituyente,
unilateralmente por Maduro, es una usurpación por lo que deriva, al
arrogarse la voluntad colectiva, en tiranía. Razón tiene il popolo
al rebelarse contra el régimen, en tanto que éste, sin más, le arrebata
lo que lo no le está permitido: su voluntad a determinar su propio
destino.
Pero el domingo 16 ese pueblo, tantas
veces invocado por el régimen y ahora despreciado, irá investido del
poder al que no ha renunciado, a dejar su huella indeleble de su
voluntad, en un acto en el que dará a conocer su parecer respecto a la
usurpación de Maduro y su régimen. Serán muchos venezolanos, tantos que
se contaran por millones, los que tomarán las calles y los puntos
señalados por la MUD para ratificarles a los usurpadores que no se
dejarán intimidar por las armas que mal usan.
Mientras los herederos del causante de
la desgracia nacional no logran amilanar con sus jaquetonerías a la
sociedad, graves emboscadas acechan: por un lado, el CNE no pudo activar
más de medio centenar de puntos para mostrar como sería el supuesto
proceso que se realizaría a finales de este mes. Unas cuantas
maquinitas, casi que un cascaron vacío, que se pondrán a la vista de los
pocos que se aparecerán por allí, más forzados por amenazas que por
convicción. Todo indica que en el CNE las cosas no van bien, todo muy
lento y sin mucha certeza de lo que se hace. Claro, Smartmatic siempre
allí, tras bastidores, pero allí. Algo quedará.
Lo que era un salvavidas para Maduro ya
no lo es. El fraude constituyente será una suerte de convención del
PSUV, donde serpientes, roedores asquerosos y hienas se preparan para
dar el zarparzo. Van a saldar cuentas. Ya la constituyente no es el
seguro de Maduro, y puede convertirse en una guillotina, en el fin de su
gobierno y el de un destino incierto. Si temió al triunfo de la
oposición, hoy teme y tiembla frente a los suyos.
Negociar
El tiempo no corre, sigue adelante al
mismo ritmo de siempre, pero cuando se cree que se está cerca del final,
se presume que va más rápido que de costumbre, pero no, los segundos,
los minutos y las horas transcurren como siempre.
El desespero y el frío de la hoja de la
guillotina lo abruman. Zapatero, su Chapulín Colorado, lo nebuliza para
que llegue más oxigeno al cerebro, para que piense; negocian con
Leopoldo López y lo mandan a casa, preso, pero en casa. Allí será más
útil, nunca debió negociar con Cabello su entrega para que le dictaran
13 años de cárcel. Ahora negoció y ganó.
Henri Falcón y Avanzada Progresista
insistieron en la negociación y el gobierno de unidad nacional, nadie
dijo nada, pero viajes van y vienen. Será que al fin se comprende que la
solución no es la aniquilación del otro.
Veremos, mientras, el tic tac sigue marcado el tiempo