lunes, 31 de julio de 2017

julio 31, 2017


¿Qué queremos? ¡Libertad! Y el grito emancipador/ cruje en el trepidar de las voces/ que anhelan la paz/ que la dignidad provee. La respuesta es una bala en la cabeza/ que empotra los sueños en el vacío. ¿Hasta cuándo morir por la patria será destino?
Escucho demasiadas voces, algunas de preocupante escenario mediático, concluyendo que la salida es la guerra civil. Y lo dicen con una calma, mientras piden al barman otro güisqui, que eriza la piel. Como estudioso de la historia de este hermoso y rico país sin nación, porque no existe ni noción de ciudadanía ni posibilidades de ejercerla, conozco perfectamente los atroces resultados de las innumerables matazones que hemos padecido y que han conformado un compendio de crímenes horrendos que avergüenzan el gentilicio, porque nacionalidad tampoco tenemos, la poca que existía fue mancillada por el chavismo hasta el desprecio internacional. De la guerra civil de la independencia, que lo fue hasta 1815, fecha en que España envió tropas a Venezuela, pasamos a la Guerra federal, y de allí a veintidós revoluciones sucesivas, la última de las cuales por decreto, la “gloriosa revolución del 4F”, en realidad vergonzosos y cruentos golpes de estado que solo sirven para demostrar que la civilización que los redujo en el mundo por el imperio de la política, como eliminó al marxismo por las constituciones liberales, sigue sin aparecer en Venezuela y que la barbarie es tan inherente a su existencia, como la ignorancia y la superstición, que basta el más leve estímulo para que salte a la garganta del concepto moderno de “patria” para atar su definición a un régimen de terror, mediocridad y estulticia, habitada por parásitos dependientes y no deliberantes. Lo triste es que la universidad que debe ser el templo de intelectualidad, civilidad, democracia y paz, para dotar a la nación de sus mejores mentes creativas y ejemplares, es un recipiente de resentidos sociales, con goteadas excepciones inhabilitadas y condenadas a emigrar, que solo aspiran ascender por el crimen, como lo han demostrado hasta la saciedad, los borlados exponentes de esta dictadura comunista, que ha ideologizado a sus seguidores violentos al extremo de haber asumido el crimen como discurso político, demostrado en el ataque vil a la Asamblea nacional, en la cual reside por representación, la soberanía popular. Fue tan despreciable la canallada cometida que fue condenada y tratada de tapar concediendo casa por cárcel a Leopoldo López, por aquellos que la auparon desde las sombras del poder, al sentenciar su situación de desacato, para anular sus funciones, una imbecilidad propia de eunucos mentales, que, hasta creo, son tan pueriles que son incapaces de predecir las consecuencias de sus palabras, dictadas desde la majestad de sus elevados cargos, a los que accedieron por daño colateral de la revolución, traducidas a físico por el pauperismo fanatizado por la ignorancia. Que un gobierno democráticamente electo decida constituirse en revolución y alzarse contra los preceptos constitucionales establecidos en los primeros nueve artículos de su Carta magna, y se niegue a conciliar su permanencia en el poder con las consecuencias ruinosas de sus malas, equivocadas y retrógradas políticas públicas, rechazadas por el 95 % de los pobladores, y prefiera llevar a sus gobernados a una guerra, antes que reconocer sus errores y negociar para rectificar, es un alerta para la humanidad. No puede llamarse injerencia – lo es la de los militares en la política – la imperativa necesidad de la intervención internacional para coadyuvar a enrumbar, con el concurso de su élite moral e intelectual, a Venezuela por el camino cierto del progreso por el desarrollo de su gente. Sería entonces una nación.
Antiguerra: El plebiscito
Para información del gobierno comunista, la palabra plebiscito significa “consulta” que los poderes públicos someten al voto popular directo para que apruebe o rechace una determinada propuesta sobre una cuestión política o legal, según el DRAE que es la norma que pauta el uso adecuado del idioma castellano, que es el oficial según el artículo 9 de la Constitución, cuyo artículo 62 reza que “todos los ciudadanos tienen el derecho de participar libremente en los asuntos públicos, directamente o por medio de sus representantes elegidos o elegidas. La participación del pueblo en la formación, ejecución y control de la gestión pública es el medio necesario para lograr el protagonismo que garantice su completo desarrollo, tanto individual como colectivo. Es obligación del Estado y deber de la sociedad facilitar la generación de las condiciones más favorables para su práctica”. Y el artículo 70 establece los medios de participación y protagonismo del pueblo en ejercicio de su soberanía, en lo político: la elección de cargos públicos, el referendo, la consulta popular, la revocatoria del mandato, las iniciativas legislativa, constitucional y constituyente, el cabildo abierto y la asamblea de ciudadanos y ciudadanas cuyas decisiones serán de carácter vinculante (…). Este artículo, que infiero desconoce el CNE, o por lo menos la rectora Hernández, determina que es legítimo, legal y constitucional, consultar al pueblo, mediante un plebiscito sobre un asunto público tan delicado como poner en manos del gobierno comunista, con evidente dependencia de un gobierno extranjero,  una Asamblea constituyente, que es un suprapoder absoluto, para reformar el estado y crear una nueva Constitución, con el agravante de que violó el precepto constitucional y político, de la soberanía popular. Y como la guerra interna, porque ninguna guerra puede ser civil, es una aberración para insumo de la atroz barbarie militarista que medra del poder por su manifiesta inservibilidad, apoyo irrestrictamente esta consulta popular adelantada por un Poder público, la Asamblea nacional, por ser una acción popular, constitucionalmente vinculante, que desnudará la ficción del gobierno, aunque sabemos que a este consorcio gubernamental le importa un bledo la constitucionalidad, la legalidad o la legitimidad, mientras no lo favorezca. Sin embargo, será un contundente mensaje que no caerá en el vacío. Esperemos que los asesinos defensores de la miseria atroz que condena a los pobres a comer de la basura y a los jóvenes profesionales a la emigración, se abstenga de trabajar ese 16 de julio, día en el cual la patria, que es la gente, dirá un rotundo NO a la indigna pretensión de Maduro & Cia. Este referente ante la minúscula participación de los coaccionables el 30J y la separación del chavismo, creará las condiciones para la necesaria lucidez que lleve al conflicto a buscar una salida que impida una desgracia mayor para Venezuela, que Maduro en el poder. La escolaridad de los libros de historia no narra el indecible dolor que padeció la familia venezolana con esa guerra desoladora. Los fastos de la victoria suelen opacar la verdad del sufrimiento.