¿Qué queremos? ¡Libertad! Y
el grito emancipador/ cruje en el trepidar de las voces/ que anhelan la
paz/ que la dignidad provee. La respuesta es una bala en la cabeza/ que
empotra los sueños en el vacío. ¿Hasta cuándo morir por la patria será
destino?
Escucho demasiadas voces, algunas de
preocupante escenario mediático, concluyendo que la salida es la guerra
civil. Y lo dicen con una calma, mientras piden al barman otro güisqui,
que eriza la piel. Como estudioso de la historia de este hermoso y rico
país sin nación, porque no existe ni noción de ciudadanía ni
posibilidades de ejercerla, conozco perfectamente los atroces resultados
de las innumerables matazones que hemos padecido y que han conformado
un compendio de crímenes horrendos que avergüenzan el gentilicio, porque
nacionalidad tampoco tenemos, la poca que existía fue mancillada por el
chavismo hasta el desprecio internacional. De la guerra civil de la
independencia, que lo fue hasta 1815, fecha en que España envió tropas a
Venezuela, pasamos a la Guerra federal, y de allí a veintidós
revoluciones sucesivas, la última de las cuales por decreto, la
“gloriosa revolución del 4F”, en realidad vergonzosos y cruentos golpes
de estado que solo sirven para demostrar que la civilización que los
redujo en el mundo por el imperio de la política, como eliminó al
marxismo por las constituciones liberales, sigue sin aparecer en
Venezuela y que la barbarie es tan inherente a su existencia, como la
ignorancia y la superstición, que basta el más leve estímulo para que
salte a la garganta del concepto moderno de “patria” para atar su
definición a un régimen de terror, mediocridad y estulticia, habitada
por parásitos dependientes y no deliberantes. Lo triste es que la
universidad que debe ser el templo de intelectualidad, civilidad,
democracia y paz, para dotar a la nación de sus mejores mentes creativas
y ejemplares, es un recipiente de resentidos sociales, con goteadas
excepciones inhabilitadas y condenadas a emigrar, que solo aspiran
ascender por el crimen, como lo han demostrado hasta la saciedad, los
borlados exponentes de esta dictadura comunista, que ha ideologizado a
sus seguidores violentos al extremo de haber asumido el crimen como
discurso político, demostrado en el ataque vil a la Asamblea nacional,
en la cual reside por representación, la soberanía popular. Fue tan
despreciable la canallada cometida que fue condenada y tratada de tapar
concediendo casa por cárcel a Leopoldo López, por aquellos que la
auparon desde las sombras del poder, al sentenciar su situación de desacato,
para anular sus funciones, una imbecilidad propia de eunucos mentales,
que, hasta creo, son tan pueriles que son incapaces de predecir las
consecuencias de sus palabras, dictadas desde la majestad de sus
elevados cargos, a los que accedieron por daño colateral de la
revolución, traducidas a físico por el pauperismo fanatizado por la
ignorancia. Que un gobierno democráticamente electo decida constituirse
en revolución y alzarse contra los preceptos constitucionales
establecidos en los primeros nueve artículos de su Carta magna, y se
niegue a conciliar su permanencia en el poder con las consecuencias
ruinosas de sus malas, equivocadas y retrógradas políticas públicas,
rechazadas por el 95 % de los pobladores, y prefiera llevar a sus
gobernados a una guerra, antes que reconocer sus errores y negociar para
rectificar, es un alerta para la humanidad. No puede llamarse injerencia
– lo es la de los militares en la política – la imperativa necesidad de
la intervención internacional para coadyuvar a enrumbar, con el
concurso de su élite moral e intelectual, a Venezuela por el camino
cierto del progreso por el desarrollo de su gente. Sería entonces una
nación.
Antiguerra: El plebiscito
Para información del gobierno comunista, la palabra plebiscito significa “consulta” que
los poderes públicos someten al voto popular directo para que apruebe o
rechace una determinada propuesta sobre una cuestión política o legal, según
el DRAE que es la norma que pauta el uso adecuado del idioma
castellano, que es el oficial según el artículo 9 de la Constitución,
cuyo artículo 62 reza que “todos los ciudadanos tienen el derecho de participar libremente en los asuntos públicos, directamente
o por medio de sus representantes elegidos o elegidas. La participación
del pueblo en la formación, ejecución y control de la gestión pública
es el medio necesario para lograr el protagonismo que garantice su
completo desarrollo, tanto individual como colectivo. Es obligación del Estado y deber de la sociedad facilitar la generación de las condiciones más favorables para su práctica”.
Y el artículo 70 establece los medios de participación y protagonismo
del pueblo en ejercicio de su soberanía, en lo político: la elección de
cargos públicos, el referendo, la consulta popular, la
revocatoria del mandato, las iniciativas legislativa, constitucional y
constituyente, el cabildo abierto y la asamblea de ciudadanos y
ciudadanas cuyas decisiones serán de carácter vinculante (…).
Este artículo, que infiero desconoce el CNE, o por lo menos la rectora
Hernández, determina que es legítimo, legal y constitucional, consultar
al pueblo, mediante un plebiscito sobre un asunto público tan delicado
como poner en manos del gobierno comunista, con evidente dependencia de
un gobierno extranjero, una Asamblea constituyente, que es un
suprapoder absoluto, para reformar el estado y crear una nueva
Constitución, con el agravante de que violó el precepto constitucional y
político, de la soberanía popular. Y como la guerra interna, porque
ninguna guerra puede ser civil, es una aberración para insumo de la
atroz barbarie militarista que medra del poder por su manifiesta inservibilidad,
apoyo irrestrictamente esta consulta popular adelantada por un Poder
público, la Asamblea nacional, por ser una acción popular, constitucionalmente vinculante,
que desnudará la ficción del gobierno, aunque sabemos que a este
consorcio gubernamental le importa un bledo la constitucionalidad, la
legalidad o la legitimidad, mientras no lo favorezca. Sin embargo, será
un contundente mensaje que no caerá en el vacío. Esperemos que los
asesinos defensores de la miseria atroz que condena a los pobres a comer
de la basura y a los jóvenes profesionales a la emigración, se abstenga
de trabajar ese 16 de julio, día en el cual la patria, que es la gente,
dirá un rotundo NO a la indigna pretensión de Maduro & Cia. Este
referente ante la minúscula participación de los coaccionables el 30J y
la separación del chavismo, creará las condiciones para la necesaria
lucidez que lleve al conflicto a buscar una salida que impida una
desgracia mayor para Venezuela, que Maduro en el poder. La escolaridad
de los libros de historia no narra el indecible dolor que padeció la
familia venezolana con esa guerra desoladora. Los fastos de la victoria
suelen opacar la verdad del sufrimiento.